Hace años, cuando preparaba oposiciones, tenía un compañero que “ cantaba” temas cuando yo.
Nos llevábamos muy bien porque nos parecíamos mucho. Y disfrutar del rato de tarde que nos tomábamos libre después del preparador, era una de las cosas buenas de la semana.
Lo de opositar es un encierro forzoso, sin ninguna seguridad de que tu esfuerzo va a verse recompensado y el poder contar con personas que estén en tu misma situación anima y ayuda muchísimo.
Pues bien mi amigo, que venía desde un pueblo un poco alejado, parecía el rigor de las desdichas.
Cuando no descarrilaba el tren de feve – que era muy a menudo porque como siempre quería recuperar el retraso se embalaba y con la vía tan estrecha se salía cada dos por tres sin mayores percances- se había puesto malo.
No había catarro, gripe, virus o infección que pululura por los sitios donde se movía, que él no cogiera.
Y cuando no era él, era su madre, que tenía desprendimientos de retina, o su hermano que había hecho alguna locura.
Siempre tenía algún percance que contar y más de una vez, cuando se retrasaba, me preguntaba qué le habría pasado esta vez.
No es que fuera el clásico “ pupas” a quien todo le parece un mundo y se ahoga en un vaso de agua.
No. Lo suyo era un simple caso de mala suerte.
Cuando me he puesto a escribir el texto para la entrada de hoy y pensaba en contaros que la espalda me ha tenido KO parte de la semana pasada y casi todo lo que va de esta, me acordé de él.
Y me dije: lo suyo era ser el rigor de las desdichas, pero Curra, tú vas camino de ser una profesional de la queja.
Así que no me quejo, sólo me disculpo por no publicar.
Eso sí, cuando me puse la falda, que tenía guardada desde las rebajas a la espera de que mejorara el tiempo, porque el cuerpo es de manga corta, me pregunté:
¿Cómo diablos se las arreglarán las famosas estilo la Jennifer López o la Kim Kardasnian para caminar con la ropa tan ceñida.
Porque os aseguro que a pesar de ser bastante menos apretada que las que ellas suelen llevar, lo de dar el paso resultaba de un dificultoso que casi parecía una geisha, a pasitos diminutos.
La cuenta para mí que siempre voy con prisa a todas partes y más que caminar voy a carreras.
Tendré que reservarla para cuando vaya sin ninguna prisa.
Fotos: Julián Herrero
Voy de Zara de pies a cabeza, salvo el bolso que tiene mil años y es de Ángel Reinares