La ciudad ya se ha vestido de Navidad y en mi barrio las tiendas y los establecimientos se han puesto en parte de acuerdo para que la decoración no se limite a las luces municipales.
Faroles que adornan desde la frutería al gimnasio pasando por la joyería y el bar Cuarto y Mitad.
Árboles que en algunos casos son clásicos y verdes y en otros se visten de modernidad para albergar las gafas de la óptica o los pontigues y las piruletas como en el caso de la Farmacia.
En El invernadero, lo rústico combina con el verde y con el blanco de las velas para crear un ambiente recogido y que invita a quedarse en el hogar.
Centros navideños, coronas, nacimientos y por todas partes el rojo de las bayas de invierno.
Hacen cursos para enseñarte a hacerlos tú misma como el que mostré en el blog el año pasado en esta entrada.
Y en la Farmacia de Julio Braña, me cuentan que el misterio del escaparate el año pasado ganó el concurso navideño, pese a que ni siquiera se inscribieron.
Su hija, tras del mostrador, demuestra que la moda no es sólo cuestión de ropa y junto con la bata blanca luce unas preciosas mechas californianas que le sientan de miedo a su sonrisa.
Y ya en la calle, Cristina saca a su perro así de guapa con su sombrero y un conjunto en grises.
El frío sigue animando a sacar las pieles, como la de este precioso abrigo con lazada que la señora letrada luce con un estilo imponente.
Más pieles, esta vez en versión chaleco que deja ver las mangas del anorak que va debajo y que sirve de marco a un bolso tan original y colorido como éste.
Otro chaleco, pero esta vez debajo de la parka en calle Uría cuando ya se empieza a hacer de noche.
Y un abrigo que recuerda a los ingleses que llevábamos de pequeños, en versión mini y con sombrero.
Más sombreros, a la salida del Paseo de los Álamos combinando con los colores del original abrigo.